Es muy habitual que acudan a mi consulta pacientes que llevan años tomando benzodiacepinas (BZD). Algunos empezaron a hacerlo en una época de mucho estrés, otros porque dormían mal, otros ni recuerdan el inicio y me dicen un “siempre he sido muy nervioso”.

Todos ellos coinciden en querer dejar de tomarlas y la mayoría de ellos siguen tomándolas por miedo a dejar de estar bien o a ponerse peor.

Según la Encuesta Nacional de Salud de España 2011/12 que realiza el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad en colaboración con el INE, casi dos de cada diez personas entrevistadas habían tomado algún tranquilizante, relajante o pastillas para dormir en las dos semanas previas. Esta cifra se duplicaba en el caso de mujeres mayores de 65 años. En general, los españoles consumimos tres veces más benzodiacepinas que los ingleses o alemanes.

Pero ¿por qué ocurre esto?

Para entenderlo tendríamos que empezar hablando de sus excelencias.

Las BZD son fármacos de una gran utilidad que además ejercen su efecto de forma relativamente rápida.

Han demostrado su eficacia en el tratamiento de la ansiedad y el insomnio. También son útiles como anticonvulsivantes, preanestésicos y miorrelajantes. Funcionan como coadyuvantes en el tratamiento del dolor.

Entonces ¿cuál es el problema? ¿Problema? Problemas y muchos.

Empezaré haciendo una primera consideración: “Las BZD son buenos fármacos pero son fármacos SINTOMÁTICOS y que sólo tienen beneficios a corto plazo”.

Resultan excelentes para aliviar un síntoma, pero carecen completamente de capacidad curativa. Pueden parar una crisis de ansiedad pero no pueden curar un Trastorno de pánico; pueden frenar una crisis convulsiva pero nunca podrán curar una epilepsia.

No son fármacos curativos. Pero además, vaya ahí mi segunda consideración,»su mal uso puede llevar a retrasar un diagnóstico y lo que es peor a que la enfermedad de base quede sin tratar”.

Hay muchas enfermedades médicas que pueden debutar o cursar con síntomas que remedan una crisis de ansiedad: trastornos del ritmo cardiaco, enfermedades tiroideas, HTA, feocromocitoma, etc.

¿Qué ocurre en ocasiones? Una persona tiene una crisis de ansiedad y toma una BZD que se la calma. Llega a tomar esta decisión en el mejor de los casos por el consejo de un médico de urgencias y en otros porque tiene la pastilla en casa o se la proporcionó un conocido. Si vuelve a darse la situación una y otra vez busca la misma solución. Utiliza un tratamiento sintomático que tiene su efecto, pero no llega a diagnosticarse la enfermedad de base. No acude al médico, no se realiza un diagnóstico diferencial cualificado y por ende, no se le pone solución.

“Las BZD no son fármacos inocuos”.

Producen fallos de memoria, de concentración, se han relacionado con una mayor frecuencia de caídas y accidentes de tráfico.

Un estudio reciente ha demostrado su asociación con la enfermedad de Alzheimer (http://www.bmj.com/content/349/bmj.g5205). Su uso inadecuado y continuado produce problemas de dependencia física y psíquica, tolerancia disminución de la respuesta a la acción de las BZD) y síndrome de retirada. Estos efectos no son iguales con todas las BZD y dependen del tiempo de tratamiento y de las características del paciente. Así por ejemplo las BZD hipnóticas son las que con mayor frecuencia producen tolerancia y los problemas de retirada los producen sobretodo las BZD de vida media corta y de mayor potencia. No podemos olvidar que muchas BZD se venden ilegalmente en la calle para su consumo como drogas de abuso.

Para evitar esos riesgos es recomendable que:

– La prescripción de BZD siempre se realice por un médico cualificado (a ser posible psiquiatra) que haga un diagnóstico certero y establezca un tratamiento etiológico del mismo.
– Se tomen BZD sólo como tratamiento sintomático y por breves periodos de tiempo (existe un Real Decreto 2829/1977 que regulariza su uso y supervisión médica)
– Monitorizar el tratamiento con BZD desde la primera semana. Vigilar especialmente la interacción con otros medicamentos (el tabaco y la cafeína disminuye los niveles de BZD mientras que fármacos tan usuales como el omeprazol los aumentan) y las enfermedades médicas concomitantes.
– Realizar la retirada de BZD de forma gradual y siempre bajo supervisión médica. No todas las BZD tiene la misma pauta de retirada.

No existe ninguna razón médica ni psicológica que justifique el uso continuado de BZD a lo largo de los años. Es posible que exista el temor a dejar el tratamiento por miedo a la recaída. Pero les diré algo.

Si tratamos correctamente la enfermedad de base y retiramos de forma adecuada las BZD lograremos “volver a estar bien” y SIN TOMAR PASTILLAS.

La evidencia científica demuestra que la retirada supervisada de las BZD unido a un tratamiento psicoterapéutico consiguen ese “volver a estar bien” o “seguir estando bien pero sin pastillas y sin los riesgos asociados a su toma” (http://bjp.rcpsych.org/content/204/2/98.abstract?sid=d5c3d9e5-7562-477c-9408-75a904d1b110; http://bjp.rcpsych.org/content/early/2014/01/30/bjp.bp.113.134650#BIBL) .

Es posible dejar de tomar pastillas