«Jamás un conato de daros la vuelta.
Jamás una huída, por mucho que sean…
Jamás un «me rindo», si no tenéis fuerzas…
Que nadie os acuse de dejar a medias un sueño imposible…(Si es que los hubiera)
Yo no los conozco,
Y mira que llevo yo sueños a cuestas….» Magdalena Sánchez Blesa
LA NUEVA NORMALIDAD
Supongo que la llaman “nueva normalidad» porque esta normalidad que viene no tendrá nada que ver con la anterior. Sin embargo, la palabra nueva y la palabra normalidad no casan bien, casi parece una contradicción.
Ha habido una ruptura con lo que había antes. Estamos viviendo una situación complicada.
El encuadre en el que nos movíamos ha cambiado y por lo tanto nuestra posición ya no puede ser la misma.
El gobierno ha establecido una desescalada en cuatro fases y se supone que en junio o julio alcanzaremos esa “nueva normalidad». Una normalidad no exenta del virus. De hecho, se prevé un nuevo brote aunque posiblemente de menor intensidad y con los centros sanitarios más preparados. En esta nueva normalidad, se habrá avanzado más en los tratamientos y, mientras, se seguirá investigando para conseguir una vacuna que podría llegar en un año o año y medio aproximadamente.
Ante este panorama, es importante que reflexionemos sobre esta normalidad desconocida.
La vida no es un proceso lineal y ahora menos que antes. Habrá variaciones con altos y bajos en la contención del virus hasta que consigamos erradicarlo o al menos tenerlo bajo control. Durante un tiempo, esta dinámica formará parte de nuestra vida. Estamos viviendo una situación que es mundial, no exclusiva de nuestro país.
Es lógico que haya un sentimiento generalizado de inestabilidad. Ha cambiado nuestra expectativa de futuro y se abre un interrogante. Ahora vemos que lo que teníamos no estaba asegurado, en realidad, nunca lo está. Estamos obligados a inventar soluciones de futuro.Lo que era predecible se difumina y hay que empezar a ver el mundo de otra forma y con otras expectativas, dejando atrás referentes anteriores.
Tenemos que pensar otros modelos de funcionamiento, sin saber aún las nuevas coordenadas del futuro.
Se pueden ver afectados los proyectos de vida, con cambio de ideales. Se acrecienta la distancia entre el yo y su anterior ideal.
El alcance real de las consecuencias es difícil de prever. Posiblemente cambiará la coyuntura económica, sanitaria, política, social, cultural…y habrá que atravesar el cambio con la inestabilidad inherente a él.
El quedarnos anclados en viejos paradigmas es un freno para la necesaria adaptación. Hay que sobreponerse ante lo que no era previsible hace solo unos meses. Si se habla de “nueva” normalidad es porque será diferente a la conocida. Se entrevén ya cambios y otros están por llegar.
¿Qué cambios se van percibiendo?
Es posible que nuestra vida cotidiana tenga modificaciones en distintos ámbitos:
- La cultura del consumo. Algunas personas se replantearán el consumo compulsivo donde prevalecía la sensación de que siempre seguía faltando algo.
- El dinero. Ese valor intercambiable por otra cosa, se intercambiará por otros significantes que hay tras el placer de poseer.
- Quizá habrá un cambio en los patrones de consumo donde lo banal, lo superfluo, dará paso a otras prioridades, postergando las satisfacciones que no son de primer orden, lo necesario.
- La necesidad de mantener una disciplina de higiene puede influir en la reducción del dinero en efectivo por el uso de otros instrumentos como por ejemplo las tarjetas de crédito.
- En los medios de transporte: autobuses, metro, trenes… habrá un protocolo de buenas prácticas que nos proporcionará más seguridad.
- Probablemente mucha gente prefiera utilizar más el coche, la moto o la bicicleta.
- Las personas que suelen viajar, procurarán reducir los viajes o bien seleccionar los medios de transportes que les permitan sentirse seguros, sin aglomeraciones de gente.
- Quienes dispongan de medios económicos quizá se replanteen su elección de vivienda, prefiriendo casas a las afueras de la ciudad, con terreno o jardín, o pisos urbanos con terraza.
- El turismo low cost, tendrán que reinventarse para evitar situaciones de cercanía no segura entre las personas. Y es previsible que aparezcan destinos más próximos a la vivienda para poder desplazarse en vehículo privado.
- En el contexto laboral, el teletrabajo se va a convertir en una forma de trabajo en aquellos departamentos donde pueda implementarse.
- Se espera la aparición de más empresas tecnológicas y nuevos puestos de trabajo relacionados con ellas.
- Los restaurantes y hoteles en general se verán (y ya lo están) fuertemente afectados. Así que van a tener que replantearse otra forma de funcionar y otros servicios que ofertar y que sean atractivos para un público que no quiere renunciar a sus prestaciones. Así pues, tendrán que buscar formas para asegurarse una protección e higiene adecuada, manteniendo distancia entre los clientes, mamparas de protección, etc.
- El sistema de salud se valorará más. Es esperable que se invierta más en tecnología preventiva, en ciencia.
- En las relaciones personales habrá menos aproximación de los cuerpos, menos contacto físico, excepto en las familias y personas más íntimas.
Como veis, la necesidad de seguridad estará presente en todos los ámbitos durante mucho tiempo por el miedo a ser infectado y por ello se pondrán medidas para evitarlo.
Hay, quizá por primera vez, en nuestra generación, conciencia de vulnerabilidad, incluso con una velada fantasía sobre la extinción de nuestra especie.
En esta situación actual y en esta nueva normalidad en la que vamos a entrar, es importante preguntarse ¿qué no es aconsejable?
En estos momentos puede que muchas personas tengan un sentimiento generalizado de pérdida de lo que quedó atrás, de lo que pensaba tener. No hay que dejarse llevar por la culpabilidad, “¿cómo no previne una situación así?”, “¿cómo no ahorré más?”… Pueden aparecer auto-reproches, y eso daña la autoestima, genera mayor sentimiento de vulnerabilidad ante la adversidad.
Pero no somos responsables de la pandemia.
Hay riesgo de idealizar lo que queda atrás, lo que se pierde. No debemos dejarnos arrastrar por la nostalgia de tiempos pasados mejores.
Pueden aparecer sentimientos de frustración, decepción, miedos y ello puede llevar a magnificar aún más la situación que vivimos. El desánimo y el pensamiento negativo juegan a la contra ya que arrastran a la desmotivación y la pasividad.
Qué actitud es la que nos puede ayudar.
- Podemos ir recogiendo todas las ideas que se nos ocurran, creativas, diferentes, con utilidad para las necesidades actuales. Vendrá bien una actitud innovadora, aunque estará condicionada a los recursos y capacidades individuales o de la empresa.
- Hay que pensar en crear nuevos servicios o desarrollar algunos necesarios y con escasa oferta. Muchos seguro que serán con venta y/o distribución online, a demanda… Hay que ver qué sectores van a prevalecer, a tener más continuidad….
- Los cambios requieren cosas nuevas y el cambio que se avecina es drástico y permanecerá tiempo. Hay que ver el lado positivo, aunque no neutralice el impacto y las consecuencias de la pandemia, porque siempre lo hay.
- Si el teletrabajo se instala y se generaliza, habrá menos atascos, menos contaminación ambiental.
- Se está viendo el lado más humano en sanitarios que han trabajado con apenas protección porque no disponían de ella.
- Asociaciones, fundaciones, organizaciones no gubernamentales con fines humanitarios, empresas, artistas, entre otros, están mostrando su solidaridad ante esta pandemia ofreciendo ayuda humanitaria, dinero o conciertos y actuaciones artísticas gratuitas.
- Hay vecinos que se ofrecen a ayudar a otros con poca movilidad para traerles la compra del supermercado, por ejemplo.
Así pues, habrá, no solamente que adaptarse al cambio, sino que mejorar nuestras capacidades. Sin recursos la capacidad de acción queda más limitada. A mayor dificultad, más habrá que emplear el ingenio.
También necesitamos ejercer resiliencia, sabéis que es “la capacidad que podemos desarrollar para superar las dificultades y fortalecernos a pesar de la adversidad, construir sobre ella”.
Aunque el final de la pandemia aún no se sabe cuándo será con certeza, cada vez hay más avances en los tratamientos. Ya se adelantan posibles fechas para una vacuna, mientras, debemos actuar con responsabilidad, ser solidarios, adoptar medidas preventivas hacia uno mismo y los demás.
Es importante y necesario poner en marcha una función constructiva. La oferta y la demanda se van a jugar con otras reglas.
Las oportunidades serán distintas y habrá que encontrarlas, descubrirlas.
En esta etapa hay que abandonar algunas expectativas y deseos anteriores, pero van a aparecer nuevos deseos. Las circunstancias los crean.
El deseo puede confundirse con lo que se anhela: un coche, una casa, un viaje… La realidad es que el deseo no es el objeto que deseamos, sino esa representación inconsciente con la que le hemos investido, esa expectativa de plenitud que le atribuimos. Siempre hay un ideal de plenitud. Quizá saberlo pueda permitirnos comprender mejor esa dinámica consumista anterior y a la que ahora hay que desterrar o al menos poner límites para dejar paso a otras necesidades, otras prioridades.
Necesidad no es deseo.
La necesidad es una función fisiológica como respirar, comer, beber.
El deseo nos diferencia de los animales que van en búsqueda de las satisfacciones.
En el deseo, la búsqueda no culmina nunca, ya que no se alcanza la plenitud, el sentirnos colmados completamente.
Ello nos lanza a seguir deseando…otra cosa.
Es lo que los psicólogos clínicos llamamos “desplazamiento en la cadena significante”.
El deseo es lo que mueve permanentemente al ser humano, nos deja siempre un trecho del camino por alcanzar, por explorar. Es un movimiento continuo que nos moviliza en una constante búsqueda.
Llegados aquí, podemos recordar las palabras de Viktor Frankl: “Las fuerzas que escapan a tu control pueden quitarte todo lo que posees excepto una cosa, tu libertad de elegir cómo vas a responder a la situación”.
Concha Porta
Colaboradora del INyS
Psicóloga clínica del balneario Hervideros de Cofrente
